
Spotify: Guerra de guerrillas
En los años 80, década de oro de la industria musical, el mercado internacional para las discográficas independientes solo era accesible a través de un acuerdo con alguna de las compañías multinacionales. El mercado todavía no era tan global, la tecnología no era tan disruptiva y la competencia mantenía un mínimo estatus relacionado con el “Fair Play”. Existía el pirateo, sí, pero al menos la piratería musical tenía algo de romanticismo, implicaba cierto esfuerzo.
Corte a… año 2009, Sean Parker cofundador de Napster busca invertir en una empresa que promueva legalmente la posibilidad de compartir música. Alguien le muestra Spotify y Parker le manda un mail a Daniel Ek, su fundador. Se hablan, congenian, Parker dice: “Spotify es la respuesta a la piratería”, y al año siguiente invierte 15 millones de dólares en el servicio de streaming. Después negocia con Warner y Universal Music y en julio de 2011 lanzan en Estados Unidos. Desde entonces, se supone que las plataformas de streaming consiguen mitigar los problemas relacionados con la piratería e instituciones como RIIA (Recording Industry Association of America) trabajan sin descanso para proteger la propiedad intelectual de los sellos discográficos y los artistas. Pero ¿qué pasa cuando corre peligro lo que se pretende defender?
Corte a…. año 2022, Spotify aclara a sus usuarios: “Cada vez que alguien envía una denuncia sobre una playlist, el título y la portada se eliminan de inmediato”. Esta celeridad en dar de baja una playlist frente a una simple denuncia, fundada o no, ha dado pie a un mercado negro de BOTs los cuales se contratan para simplemente denunciar playlists que puedan pertenecer a la competencia o que simplemente tengan más visibilidad que la de ciertos curadores independientes. Después de ponerse en contacto con el soporte, se elimina la cuenta de quien utilizó abusivamente este recurso. Esta persona crea luego otro correo electrónico y una nueva cuenta gratuita de Spotify y repite el proceso”.
La guerra de guerrillas en Spotify se está poniendo cada vez más despiadada, y con esta política general que no evalúa sino simplemente elimina, lo único que ha conseguido el servicio es que los denunciantes seriales se vuelvan más y más innovadores. Día a día, miles de usuarios sufren los ataques de estos curadores que con la pasividad del servicio logran apoderarse de conceptos e incluso de indexaciones clave para posicionar sus listas.
Spotify por su parte, está al tanto de estas prácticas, pero no ha encontrado aún la forma de mantener activa su política de protección frente a posible pornografía, publicidad engañosa o material subido sin el copyright correspondiente.
Al respecto Rexious Records, uno de los sellos independientes con más listas publicadas dentro del servicio, declaraba hace poco: “Un mal actor tiene una lista de reproducción que quiere promocionar, generalmente con seguidores comprados o bots.
Crean un montón de cuentas ficticias (o usan bots automáticos) para archivar avisos de eliminación para todas las clasificaciones de listas de reproducción con palabras clave similares, lo que obliga a Spotify a eliminar el arte de tapa, el título y la descripción de dichas listas de reproducción, lo que hace que se eliminen de las clasificaciones de búsqueda.
Dado que ahora son la única lista de reproducción para esa palabra clave específica, su lista de reproducción obtiene la primera ubicación en los resultados de búsqueda en la plataforma y venden ubicaciones en las listas de reproducción a los artistas, lo que genera una buena y considerable ganancia.
Si bien esto puede parecer teórico, está sucediendo, hemos recibido personalmente cientos de informes de curadores de listas de reproducción legítimos con obras de arte personalizadas que reclaman sus listas de reproducción. Imagine la frustración de ser un curador de listas de reproducción en crecimiento, solo obtener sus primeros cien o mil seguidores y luego eliminar todo con el clic de un botón”.
En la misma línea, Federico Scialabba, fundador de Music Brokers explica: “La batalla contra los reclamos falsos se ha transformado en una parte importante del trabajo”. “Es una competencia totalmente desleal, a tal punto, que tuvimos que generar una aplicación propia para defender nuestras listas, e incluso nos asociamos con una empresa, creada específicamente para atender esta necesidad, llamada playlistsdefender”.
Music Brokers es palabra autorizada en este tema, dado que migró tempranamente todo su catálogo -extenso, por cierto-, al negocio digital. Hoy cada uno de los perfiles de la compañía en los diferentes servicios se transformó en un real estate digital. En estos años lograron consolidar amplios terrenos con ramificaciones en todas las plataformas.
“En 20 años construimos amplios terrenos con ramificaciones en Spotify, Apple Music, Deezer, YouTube y otros. Tenemos verticales interrelacionados y muy activos. Durante estos años hemos logrado que convivan en nuestras listas artistas consagrados y en desarrollo por igual habiendo posicionado y desarrollado artistas como: Karen Souza, Sarah Menescal, The Cooltrane Quartet, Pinky Dread, Nenei, Ituana y Shelly Sony solo por nombrar algunos”.
Hoy, Music Brokers, la única compañía independiente multinacional latinoamericana maneja un negocio digital consolidado, y a pesar de ello sus asesores legales trabajan todos los días para defender lo que llevó años conquistar.
Federico Scialabba concluye: “Somos una compañía de ideas, con productos específicos para nutrir un ecosistema virtuoso, un ecosistema que crece permanentemente y se retro alimenta, sin embargo tenemos que estar siempre atentos”.
Music Brokers
MB Entertainment Business Group
Federico Scialabba