
¿Puede la tecnología mejorar la raza humana?
Catherine Dumont, autora de varios controversiales y exitosos libros en Cooltura, el brazo editorial de Music Brokers, no suele dar entrevistas, pero aceptó compartir un encuentro virtual para exponer su opinión sobre algunos de temas candentes.
Catherine Dumont es historiadora e investigadora. Hace casi una década abandonó los seminarios que impartía de manera presencial en distintas universidades de Europa y Estados Unidos para dedicarse de lleno a su pasión: el trabajo de campo y la investigación sobre ciertas temáticas específicas. A pesar de que algunas empresas le propusieron actuar como patrocinadoras financiando sus sondeos, Dumont ha decidido generar recursos propios para conservar completa independencia. En esta entrevista nos ofrece su original punto de vista sobre diversos aspectos que muchas veces pueden resultar controvertidos.
¿Es cierto que no acepta financiamiento de organismos públicos ni privados para viabilizar sus investigaciones?
Ahorré durante el tiempo necesario como para alcanzar la extraordinaria libertad de decidir qué quiero investigar y cómo. Ya que no tengo que rendir cuentas puedo decidir qué merece, o no, ser publicado. También es cierto, confieso, que uno de mis últimos divorcios contribuyó de manera importante para que este sueño de total emancipación laboral se transformara en realidad.
¿Y cómo selecciona su material de trabajo para cada libro?
Cuento con el tiempo suficiente y estoy muy atenta. Estoy conectada con un grupo de colegas, que como yo, han decidido circular alrededor del mundo por debajo de los radares. Tenemos reuniones apasionantes en las que cada uno comparte su punto de vista y la información con la que cuenta. En este sentido, la tecnología nos ha permitido un acceso extraordinario.
A propósito de los avances tecnológicos, en uno de sus libros se muestra bastante crítica con respecto a la terapia génica o a los implantes cerebrales.
Supongo que te refieres a “Transhumanismo”, un libro en el que hablo de la transformación de la raza humana a través de la tecnología. Te aclaro que no soy para nada crítica de los avances tecnológicos, solo creo que debemos contar con los datos necesarios para tomar decisiones informadas. Especialmente cuando se trata de la soberanía sobre el propio cuerpo. Por otro lado, los anteojos, las prótesis, los marca pasos, e incluso antes, las sillas de ruedas, fueron avances que permitían suplir carencias y enfermedades. De alguna manera, permitían igualar las condiciones de las personas. Lo que se plantea ahora es tomar el cuerpo humano no como una condición dada, sino como un espacio de diseño. Y en este contexto hay dos áreas que captaron mi atención: por un lado las propuestas que implican introducir cambios en el ADN para lograr que las personas sean aptas para vivir en otros planetas. Por otro, las iniciativas de una compañía como Neuralink, de Elon Musk, especializada en el desarrollo de interfaces cerebro-computadora. Los implantes neurales permiten controlar diferentes dispositivos, como teléfonos celulares, a través del pensamiento.
¿Y usted considera que eso es malo?
Ni bueno ni malo, simplemente es. O mejor dicho, se está trabajando para que suceda. De hecho, la tecnología ya existe, solo resta implementarla. No tengo una posición moral con respecto a ésta ni a ninguna otra tecnología, no creo que se trate de una cuestión ideológica, sino que la ideología viene dada por su uso posterior. En primer lugar, me parece imprescindible debatir el marco ético y legal en el cual ocurrirán estas cosas. Las bondades de mejorar el coeficiente intelectual, la memoria, sentidos como la vista o el olfato, parecen claras, pero hay una pregunta que deberíamos responder a nivel individual y colectivo: ¿para qué lo haremos? Los defensores del transhumanismo sostienen que, teniendo la posibilidad, no solo es deseable mejorar la raza humana, sino inevitable y hasta un deber. Personalmente planteo instalar el debate; pensar. Por ejemplo, ¿las enfermedades o defectos deben ser eliminados desde la concepción? Y si la mejora genética estuviera reservada solo a quienes puedan costearla ¿la desigualdad se extenderá de lo económico a lo orgánico? ¿Los ricos serán genéticamente diferentes a los pobres?
Sus preguntas suenan como un argumento de ciencia ficción.
Los conceptos del transhumanismo, como muchas de las cosas que estamos viviendo, fueron anticipadas por los grandes exponentes de la ciencia ficción de la primera mitad del siglo XX. Aquellas distopías ficcionales planteaban los complejos escenarios en los que se vería inmersa la humanidad cuando estas tecnologías se implementaran. Pensemos por ejemplo en Un mundo feliz de Aldous Huxley, en el que la humanidad es programada genéticamente para cumplir funciones y vivir en un estado de felicidad cercano a la anestesia. O recordemos a HAL 900, la computadora con personalidad humana del film 2001, Odisea del espacio, basada en la historia de Arthur C. Clark del año 1951. La ficción anticipó los vehículos autónomos, las ciudades inteligentes, el uso de datos biométricos, las pantallas táctiles y muchos otros avances tecnológicos que hoy son parte de nuestra realidad cotidiana. No soy futurista ni anticipo lo que vendrá, los avances tecnológicos que describo existen aunque no sean conocidos por la mayoría de la gente.
A propósito, en su libro cita la opinión de varios futuristas que predijeron que la singularidad tecnológica está realmente cerca. ¿De qué se trata esta singularidad?
La singularidad es el momento en que la inteligencia artificial se vuelve más inteligente que la humana. A tal punto, que su desarrollo posterior ya no depende de las personas. En mi libro cito a varios autores, entre ellos a Ray Kurzweil, que habla de lo cerca que estamos de ese punto y al matemático y escritor Vernor Vinge que hace casi tres décadas predijo que en esta época contaríamos con la tecnología suficiente para crear una inteligencia sobrehumana. Por su parte, Terry Grossman asocia la singularidad con la inmortalidad y afirma que el momento en que nuestra actividad cerebral y nuestra conciencia puedan conectarse de modo directo en la nube, y persistir allí, será el momento definitivo de la singularidad.